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Encuentro Guajira 2017

Guajira 2017

Investigadores y Palabreros Wayúu

Sobre las Creencias Wayúu

CRÓNICA DEL ENCUENTRO

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Las noticias que nos llegan al interior, con respecto al pueblo Wayúu y a su sistema de justicia, son fragmentadas y poco frecuentes. Entre finales del año pasado y principios de este, estuvo rondando con fuerza el rumor de las muertes por inanición de los niños wayúu. Desde entonces se escuchan manifestaciones de indignación, personas que se quejan por tener que vivir en un país que descuida, de esa manera, a sus compatriotas. Ante este tipo de intervenciones lo común es que los interlocutores asientan y muestren gran indignación por las faltas que el estado comete contra las comunidades colombianas, sobre todo contra aquellas que se encuentran más apartadas y que más necesidades tienen ¿Quién iba a pensar que un viaje a la guajira podría matizar la cruda tonalidad de aquellas percepciones?

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A finales de mayo de 2017, se organizó una comisión de investigación, en el marco del proyecto de investigación de la RED iberoamericana para los estudios de justicia y garantías, que tuvo la intención ampliar los conocimientos en lo que respecta al sistema de justicia o al sistema normativo Wayúu. En dicha comisión participaron grandes investigadores del derecho procesal como el Dr. Michele Taruffo y la Dra. Diana María Ramírez Carvajal, el director y la coordinadora de la RED. También acompañaron la comisión importantes figuras de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla y de la Universidad Libre de Cúcuta. A estos investigadores los recibió, en Riohacha, un gran comité de guajiros y wayúus, entre los que se contaba con la defensoría del pueblo de la guajira, con la representante de la presidencia de la república para el pueblo wayúu: Hilduara Barliza y con algunos representantes del cuerpo judicial de aquel departamento.

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Una caravana de ocho camionetas, custodiada por la policía, fue el medio por el cual se transportó a los investigadores desde el aeropuerto de Riohacha hasta el cabo de la vela, que fue donde se llevaron a cabo los encuentros principales y la reunión que se tenía planeada con algunos de los palabreros pertenecientes a la junta mayor de palabreros. Pero, antes de alcanzar el cabo, lo que se disponía era realizar una parada en la que se conoce como la “capital indígena de Colombia”: Uribia, allí se tenía presupuestada la comida, después de la cual se seguiría el camino que, atravesando el desierto, se dirige al cabo. 

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Lo primero que se notó fue la impecable organización de los representantes tanto de la guajira como del pueblo wayúu, cada necesidad del comité de investigadores estuvo cubierta y la coordinación entre escoltas, hospedaje, paradas turísticas, transporte y protocolo de investigación estuvo plenamente calculada y sincronizada. 

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Cuando comenzamos a salir de la ciudad de Riohacha el paisaje Guajiro se extendió ante nosotros iluminado por el atardecer naranja que precedía la noche desértica. Se podía ver que la arena amarilla estaba sembrada de pequeñas hojillas verdes, que retoñaban al azar, entre los arbustillos y mangles; al ver esta rica vegetación se pone enconsideración el brío de aquellas plantas que sobrevivían en medio de las imposibles condiciones climáticas. Por supuesto los cactus, de diferentes tamaños y formas, se colocaban lado a lado de cada planta como custodiando la riqueza de ese particular territorio. 

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El tiempo que demoró el recorrido de Riohacha hasta Uribia sirvió para recibir algunas lecciones y conceptos básicos que debíamos tener presentes a la hora de relacionarnos con los habitantes de la guajira y, sobre todo, con el orgulloso pueblo wayúu. Nación Wayúu, a ese desconocido lugar nos dio la bienvenida uno de los acompañantes. Fue toda una sorpresa el apelativo con el que se denominaba al territorio que comenzábamos a recorrer. Esta idea de nación se contrapuso a todo lo que se conocía por casualidad respecto a la etnia; debía ser bastante trascendental, tanto para ellos como para el estado, bien fuera colombiano o venezolano, que el territorio y sus gentes se denominaran —obviando las divisiones políticas establecidas— como una nación independiente, la nación de los hablantes del wayuunaiki. 

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Bienvenidos fuimos los arijunas a lo que comenzaba a ser el reconocimiento de aquella prometedora nación. Arijunas es como denominan los wayúu a quienes proceden de otras tierras y, sobre todo, a los que ostentan una tez blanca o diferente a la de ellos. En el transcurso de la reunión que tuvo lugar con los palabreros, fue muy común que estos se refirieran a los arijunas como, precisamente, aquellos que desconocían, no “eran capaces de entender” o infringían el sistema tradicional de la etnia. 

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Mientras avanzábamos hacia Uribia se mencionó un particular hecho que, años atrás, puso la atención nacional sobre el sistema de normas de ese pueblo. Se contó que una de las más álgidas disputas que tuvieron los wayúus con el Cerrejón (la multinacional que explota el carbón en la Guajira) se debió a la intención de un clan de confiscar uno de los vagones del larguísimo tren que atraviesa las costas guajiras para exportar el material explotado. Lo que se comentó fue que el paso de uno de los vagones de aquel tren dio muerte a un wayúu y que el clan al que pertenecía ese individuo envió palabra de que el vagón debía ser entregado para resarcir el daño que se había ocasionado a la familia. 

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“Cuando se comete un asesinato, la primera petición de los afectados es que se haga entrega del arma homicida”, comentó Hilduara. Entonces los palabreros procedieron a reclamar el vagón. Los dueños de la compañía, como lo supondría cualquier arijuna, no pudieron más que reír y negarse ante tal solicitud, acción que les mereció quedar en deuda con el clan afectado, una deuda que, aunque parezca poco conducente, podría terminar en la muerte de alguno de aquellos trabajadores de la multinacional. 

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Durante la cena, la Dra. Hilduara y los palabreros mostraron gran descontento respecto a la historia relatada. Mencionaron que era necesario que ambas justicias se comprendieran para que no sólo la ley colombiana quedara satisfecha en la conciliación de los conflictos, sino que el sistema wayúu también fuera partícipe de un resarcimiento que satisficiera su propia cosmovisión. Este pueblo tiene ideas elaboradas y muy determinadas respecto a las formas de justicia, pero el sistema colombiano, por ser el que está empoderado, prevalece ante estas. 

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Anochecía cuando hicimos nuestra entrada a la ciudad de Uribia. La enorme extensión de esta fue particularmente sorprendente. Durante el viaje fueron a aumentando las botellas de gasolina colgadas de las enramadas wayúu, las cuales eran exhibidas a la par de los chinchorros, de las frutas locales y de las coloridas mochilas que tejen las mujeres de la etnia para la venta. Sin embargo, lo que sobresalió en Uribia fue la masiva población de bici-taxis encarpados, los cuales se movían de aquí para allá, a lo largo de la empolvada ciudad, conducidos por risueños hombres morenos y contratados por todo tipo de personajes: desde el más adepto a las manifestaciones étnicas, hasta el más occidentalizado. 

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Tuvimos que adentrarnos un poco entre las calles de Uribia para llegar, finalmente, al restaurante que nos estaba reservado; el afamado: Jepirachi. Allí tuvo lugar la cena de toda la comitiva entre la que se contaban, por lo menos, 40 personas, pues fue también allí donde varios de los palabreros comenzaron a unírsenos. Mientras aguardábamos por la comida, que había sido previamente ordenada, se hicieron las presentaciones necesarias, las cuales tuvieron como protagonista al Dr. Michele Taruffo, visitante que llenó de orgullo la sala. 

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En el transcurso del tiempo que tuvo lugar en aquel restaurante, tuvimos noticia de los valores que debían ser resarcidos en el contexto de un conflicto wayúu, valores que sorprendieron a muchos de los visitantes como: el de la sangre, el de las lágrimas o el de la vergüenza. Según fue narrado, un wayúu podía reclamar, mediante la palabra, para que se lo reparara por las lágrimas que hubiera derramado o por la sangre de un hijo querido. También se mencionó que las deudas quedaban grabadas en la tradición oral de generación en generación y que, de no ser resueltas a través de la figura del palabrero, muchas de ellas finalizaban con venganzas que cobraban la vida de los involucrados.  

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Pero, estas cobranzas no funcionan como típicamente uno puede imaginárselas: que quien hizo el daño sea el castigado. Por el contrario, cuando de venganza se trata, se tiene muy en cuenta la jerarquía de los miembros del clan y se ataca a quien represente mayor importancia dentro del mismo, a saber, el tío mayor o el hombre cabeza de familia. Las mujeres quedan por fuera de este tipo de reparaciones o agravios, a pesar de que muchos de ellos giren alrededor de las lágrimas que pudieran haber derramado; se mencionó que ellas, más que nada, buscan apaciguar los ánimos cuando es pertinente. Aunque, por otro lado, son también ellas quienes tienen la labor de perpetuar —a través de la tradición oral— el agravio o la ofensa que se le haya hecho a la familia, con la intención de que las futuras generaciones se ocupen de buscar que se resuelva. 

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Una de las particularidades más sobresalientes de la cultura Wayúu, es su forma de ritualizar la muerte. Cuando algún familiar muere se celebran, en su nombre, dos velorios después del primero, el cual consiste en enterrar al fallecido en el lugar de la defunción. El segundo velorio se realiza a los cinco años de la muerte, se exhuman los huesos y se trasladan, en caso de que no lo estén, al territorio que habitaba el difunto. En ambos rituales las mujeres exhuman y reordenan los huesos, lo particular del tercer ritual, que se realiza a los diez años de la muerte, es que las mujeres aúllan y lanzan gritos de inmenso dolor para realizar el duelo de su ser querido, a pesar del enorme lapso transcurrido. 

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Cuando estuvo a punto de concluir la reunión cena, y estuvimos listos para salir hacia el cabo de la vela, se dejaron en el aire dos observaciones que prepararon nuestros espíritus para un emocionante viaje nocturno a través del desierto. La primera de ellas se hizo respecto al carácter onírico de la sociedad wayúu, lo que dicen es que los sueños sirven como oráculos o recordatorios, y que cada miembro de la etnia tiene confianza ciega en ellos. La segunda se refirió a que dentro de la cultura se creía que es, precisamente, en el cabo de la vela por donde deambulan los espíritus, por donde se pasean las almas. 

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Con la disposición mística de las últimas observaciones, nos embarcamos nuevamente en los vehículos para terminar de recorrer la mitad de camino que aún nos quedaba por delante. Fue alrededor de las diez de la noche que nos adentramos en el pleno desierto, a través de una carretera destapada llena de grandes huecos y ollas que tenían que esquivar constantemente las camionetas. El sueño comenzó a apoderarse de los que habíamos llegado esa misma tarde del interior del país, y entre vigilia y sueño percibimos cómo nos íbamos viendo rodeados de una inmensa oscuridad, pobremente iluminada por las farolas de los vahículos. 

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No era posible distinguir caminos, parecía como si los conductores tuvieran registrada en su memoria cada pequeña variable del terreno que nos dirigía al cabo. Después de un par de horas, comenzaron a alumbrar al frente una serie de lucecillas amarillas: el poblado del cabo de la vela. Uno de los compañeros se sorprendió bastante, porque tan solo cinco años antes estuvo visitando el cabo y la luz era un bien del que no gozaban en esa zona de la Guajira. 

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El rumor del mar nos dio la bienvenida, atravesamos el poblado en dirección norte y, diez minutos después, llegamos a la ranchería que teníamos reservada. Al descender del vehículo el vehemente viento guajiro hizo sentir su presencia y la fuerte salina emanó de las mareas oceánicas haciendo que entráramos en conocimiento de la nueva zona climática. Las últimas discusiones de la noche surgieron alrededor de las negociaciones entre el gobierno de Colombia y las Farc, y fue después de que cada quien manifestó su opinión al respecto, que con ánimos diversos nos retiramos a las habitaciones, para descansar. 

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Eran apenas las cuatro y media cuando el sol iluminó la ranchería. Un poco más tarde tuvo lugar el desayuno y un tranquilo recorrido por los terrenos del hospedaje. El azul del mar gradaba desde el más perfecto celeste hasta una oscura tonalidad cerca de la línea del horizonte. La arena del desierto era de un amarillo indescriptible y los coloridos trajes guajiros, las mochilas y los chinchorros exhibidos para la venta le daban una especial vida al lugar de nuestra visita. 

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Poco antes de las diez, la caravana se dirigió al cerro pan de azúcar. Desde la cumbre se podía apreciar la inmensidad del desierto contrastada con el azul perfecto del mar guajiro, algunos molinos de viento se apreciaban en dirección de punta gallinas y una gran salina se extendía sobre la amarilla arena en dirección del cabo. Durante esta visita un poco más de conocimiento respecto al carácter onírico de la cultura, el cual no reconoce dioses determinados sino que se consagra completamente al sueño como oráculo y manifestación divina; también se nos mencionó la gran  importancia del wayuunaiki y de las manifestaciones del pueblo wayúu que la UNESCO abala como patrimonio inmaterial de la humanidad. 

Después del recorrido turístico, regresamos a la ranchería para que pudiera tener lugar, por fin, la reunión del grupo de investigadores con algunos de los palabreros de la junta mayor de palabreros wayúu. Se nos ofreció un salón en el pudimos disponer más o menos 60 sillas en una mesa redonda. Las cuales ocupamos mezclándonos arijunas y palabreros por petición de uno de ellos, quien manifestó que no deberíamos dividirnos por la diferencia cultural, sino que debíamos estar combinados en honor al conocimiento que íbamos a compartir. 

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La comisión de palabreros que intervino la conformaban cinco hombres wayúus. El más viejo entre ellos Sergio Cohen Epiaye lucía un atuendo tradicional de Pütchipü'ü o palabrero, era este de un color violeta intenso y estaba bordado, en todas sus terminaciones, con hilos de brillantes colores. El traje estaba compuesto por una camisa de manga corta y cuello redondo, y por un taparrabos. Usaba unas sandalias de cuero y un sombrero al estilo guajiro. Uno de los elementos que más llamaba la atención de este personaje era el báculo tallado que lo acompañaba. Pues, aunque era evidente que debía utilizarlo por su ceguera, ese elemento imponía en la figura de ese hombre otra serie de simbologías, sus ojos los tenía cubiertos con unos lentes de sol deportivos. En sus maneras se evidenciaba gran solemnidad y serenidad, los demás palabreros y wayúus le mostraban gran respeto. 

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El segundo en edad era Aníbal de Blanques Ipuana, un hombre vestido casi completamente al estilo occidental. Tenía una camisa manga larga azul oscura y un pantalón gris de drill. También portaba un sombrero guajiro de colores bastantes sobrios y estaba calzado con unas alpargatas de tonalidades oscuras. Este palabrero fue uno de los que mayor indignación manifestó por las formas en las que el gobierno nacional procedía respecto al sistema normativo wayúu. 

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El tercero era un hombre que adornaba su cabeza con un sombrero vaquero y que vestía un pantalón de drill beige y una camisa guayabera. Su nombre era Dorangel Ordiu. El cuarto representante era uno de los mayores colaboradores de los lingüistas que han querido consolidar, de forma escrita, el wayunaikki, su nombre era Andrónico Urbay Ipuana, quien fue uno de los que con mayor claridad y vehemencia participó del encuentro; se lo veía portando un sombrero guajiro de vivos colores, una mochila azul y fucsia al estilo wayuu, una camisa blanca de manga larga y con unos jeans; calzaba unas alpargatas violetas, durante todo el encuentro sostuvo en sus manos una revista intitulada Pütchipü'ü. El último palabrero acompañante, era Jair Robles Apsana, quien se presentó como comunicador social empeñado en defender el sistema normativo wayúu. 

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El encuentro se abrió cuando fue presentando uno de los mejores habladores del wayunnaiki: Aníbal de Blanques, quien ofreció una corta bienvenida y se puso a disposición para las preguntas que la comisión se viera en necesidad de hacer. Tras su intervención, Andrónico Urbay comenzó a dar contexto a la reunión al manifestar que, desde el 2008, se había concretado la necesidad de formar una junta mayor autónoma de palabreros, para que desarrollara un resumen (el documento DOSSIER) del sistema normativo wayúu, esto con la intención de presentarlo ante el ministerio de cultura y ante la UNESCO. 

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Urbay comentó que la UNESCO dio cuenta de la gran sorpresa que se llevó al comprender la forma de supervivencia del sistema netamente oral de los wayúu, dentro de ese marco del conflicto colombiano entre paramilitares y guerrillas y las constantes disputas que se tenían que efectuar con el gobierno para impedir que el sistema normativo wayúu desapareciera bajo la sombra del sistema normativo nacional. Fue por ese motivo, según Urbay, que el sistema se declaró como patrimonio inmaterial de la humanidad. 

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Lo que Andrónico Urbay Ipuana puso sobre la mesa fue que el sistema wayúu es un sistema netamente oral, que cuenta con cinco manifestaciones indispensables para la supervivencia del mismo. “A falta de una el palabrero no puede ejercer su función como ente de control social”. Estas manifestaciones serían: la lengua materna, el territorio, la organización social, la espiritualidad y la economía tradicional. 

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La lengua materna, el wayuunaikki, representa una gran importancia para el pueblo wayúu y, sobre todo, para los palabreros, que, en pocas palabras, son la institución jurídica dentro del sistema; esta importancia se debe a que a través de la palabra es que los palabreros conducen los procesos, llevando la palabra de la parte afectada a la afectadora y persuadiendo a través de sus argumentos para la concilación. “Yo, por lo menos, no admito que un arijuna diga que lleva la palabra, no se puede utilizar el español, porque no transmite los mismos significados. Lo que si se puede hacer es conciliar con los arijunas, pero no llevar la palabra” dictamina Andrónico. 

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El territorio, o el concepto del territorio, es otro de los pilares diferenciadores de esta cultura, porque a pesar de que todas las divisiones son imaginarias y se transmiten a través de la oralidad, las tierras se respetan enormemente. Cada sección territorial pertenece a un clan específico que se ocupa de servirse de él y de servirle, la tierra se considera como colectiva, no hay interés en la venta y se respeta el derecho que tiene cada integrante de cada familia a su pedazo de tierra para emplazar su enramada y cuidar de sus animales. Cada clan tiene su territorio, por ende, los miembros de clanes ajenos no pueden trasladarse al territorio de otros clanes a menos de que esto sea aprobado por las mayores autoridades del clan de aquel territorio. 

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La organización social es una de las pocas del mundo que se conserva matriarcal. El apellido se mantiene gracias a la madre, y los esposos de las mismas siempre se consideran como pertenecientes a otras familias. Jair Robles Absana mencionó que la mujer se colocaba en semejante privilegio porque lo más importante para los wayúus era la vida y, en vista de que solo la mujer podía darla, ella era quien debía tener el poder primordial frente a su descendencia, ya que estos son “carne de su carne”, hijos de la irrucuo carne materna. De esta manera, es común que los esposos vivan en clanes o familias diferentes, y que los hijos permanezcan siempre en la casa materna. 

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Pero este lugar privilegiado no quiere decir que el poder social lo ostente la mujer, lo que se valora respecto a ella es la pureza de la sangre, pero las comunidades siguen estando dirigidas por hombres. En cada familia el tío mayor es la figura más importante, y todos los hermanos deben ocuparse tanto de los hijos como de los sobrinos en igualdad de condiciones. Se dijo que era por esto que, en la guajira, se acostumbra llamar a los congéneres “primos”. Entonces los valores económicos hereditarios se reparten entre los sobrinos, las casas se mantienen en la línea materna y es poco común que los hijos abandonen su clan o familia para habitar con sus conyugues, casi todos se mantienen cobijados bajo el techo materno y son guiados por la palabra del tío mayor. 

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Cada familia habita una ranchería, cada ranchería pertenece a un clan y cada clan cuenta con su propio palabrero o pütchipü'ü —que es el guía social— y con un Utsu —que representa al guía espiritual—, a su vez cada familia tiene un tío líder. Las labores de los hombres dentro del clan se centran en el cuidado de los chivos, la caza o pezca y el cuidado de los burros. Por su parte, la mujer debe ocuparse de la cocina, de los tejidos, de ir a recoger el agua y del cuidado de los niños. Se mencionó que cuando una mujer comienza la etapa fértil de su vida, es confinada durante un año, en el cual se la somete a una dieta especial, se le rapa la cabeza y se le enseñan todas las labores del hogar, en especial la del tejido que tiene una gran importancia para la cultura wayuú. A la vuelta del año, deben, al ser presentadas en sociedad como mujeres, mostrar su primer chinchorro o hamaca, que es el lugar tradicional en el que duermen los wayúu. Esto da cuenta de por qué es tan importante que la mujer se especialice en el tejido. 

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La espiritualidad se manifiesta a través de los sueños, se dice que esta es una cultura onírica. Lo que implica que a través de los sueños se manifiestan presagios, planes futuros o se evidencian las consecuencias de acciones del pasado, en este aspecto no hubo realmente mucho detenimiento. La última manifestación que se caracterizó como de vital importancia para la prevalencia del sistema tradicional es la de la economía tradicional, la cual, básicamente, se basa en la crianza y consumo de chivos y en la producción de tejidos artesanales. Es de vital importancia tener en cuenta que a través de esa economía es que se resuelven o resarcen la mayoría de delitos y conflictos. La función del palabrero es persuadir para lograr la reparación entre la familia afectada y la afectadora, y esto, casi siempre, está dirigido a buscar una reparación a través de los valores económicos de la respectiva tradición. 

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Lo que se concluye es que de perderse tan solo una, o varias, de estas manifestaciones la cultura se daría por perdida. Según Andrónico Urbay, la constitución de 1991 fue la primera que ofreció garantías para el sistema normativo wayúu. “El estado cambió, pero las personas no han sido capacitadas”. Con esta frase manifiesta que, aunque el estado haya cambiado su mirada respecto a la tradición del pueblo wayúu, los funcionarios estatales de la guajira no están siendo capacitados para que actúen con prudencia respecto a lo que se refiere a los enfrentamientos de las distintas jurisdicciones. 

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Lo que se manifiesta es que varios convenios, decretos y sentencias avalan y defienden la jurisdicción alternativa, pero que en la práctica estos criterios no se están respetando. En general, en la reunión se percibió, de todos los palabreros, un llamado a que el gobierno reconsidere las formas en las que el pueblo wayúu está siendo tratado por la justicia ordinaria. 

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“Dentro del territorio wayúu hay 20 clanes supervivientes de 28, ocho de los cuales se han fusionado con otros clanes debido”, según lo manifiesta Urbay, “a una especie de vergüenza clanil, que no tiene que ver nada con una vergüenza étnica”, aclara. Sobre todo, se resalta que, para el pueblo wayúu, el sistema carcelario no tiene ningún sentido, debido a que desde su propio sistema normativo lo que se busca es la reparación y no el castigo. Sin embargo, dice Urbay, en caso de que el sistema carcelario deba ser aplicado, y ya que la forma de vida de los wayúu es comunitaria, todo el clan, o en su defecto, toda una familia, es la que paga por el delito, no solo el individuo. 

Andrónico Urbay pone como ejemplo que en un caso en el que se le impute una pena de 1000 días a un individuo, el clan estaría dispuesto a pagar, cada miembro de él, 10 días para que se cumpla la reparación del daño. Sin embargo, la justicia ordinaria no está dispuesta a aceptar tales condicione ya que la justicia ordinaria propone que el castigo es la garantía para la no repetición y que este castigo debe ser de carácter individual; mientras que la justicia wayúu propone la reparación para la no repetición, siendo esta de carácter clanil o colectivo. Por último, se aclara que el territorio wayúu es por ley autónomo, y por ende debe serlo su jurisdicción especial. “Somos autónomos en territorio, no para hacer lo que nos venga en gana” Concluye Urbay Ipuana.

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Después de la intervención de Andrónico Urbay, Aníbal de Blanques Ipuana toma la palabra para aclarar un poco más las bases fundamentales del sistema normativo wayúu. Lo que manifiesta de Blanques es que el fin del sistema normativo wayúu es “resarcir un hecho anómalo que se presente en la sociedad”, en este sentido debe responder la familia completa y no sólo el individuo que ha cometido el delito, como se acostumbra hacer dentro del sistema ordinario de justicia. 

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“Se busca el resarcimiento a través de la palabra”. La palabra es enviada por el clan que fue ofendido buscando resarcimiento por parte del ofensor. La palabra debe entregarse al mayor del clan o de la familia en cuestión, es decir, al tío mayor. Una vez se entrega la palabra, el palabrero se sirve de todos los medios de persuasión para hacer que, tanto la familia ofendida como la que ha ofendido, entren en conciliación y en posterior reparación. 

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Lo que se busca con la reparación es que nunca más se repita el hecho. “Una vez se haya reparado a la familia ofendida, el ofensor nunca más debe siquiera provocar un disgusto a esa familia, so pena de incurrir en castigos más severos”, como lo puede ser el del destierro. A quien reincide y no se comporta como la familia lo instiga a hacerlo, se lo envía a un abandono moral. 

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Después de una intervención del Dr. Michele Taruffo, en la cual preguntaba a los palabreros cómo debía actuar un estado que no podía ejercer jurisdicción en su propio territorio en el momento en el que los crímenes sobrepasaran lo tolerable. Urbay Ipuana responde que hay seis casos en los que el estado manifiesta que debe intervenir, a saber: los casos de homicidio, secuestro, extorsión, violación a menores, tratos inhumanos y narcotráfico. “Todos estos se han cometido, aun así nosotros, como wayúus, decimos ´no carcel´”. Lo que Andrónico Urbay propone es que el estado, en vez de ser un ente que castigue a los infractores, debe enseñar cómo evitar esos crímenes, además, señala que la responsabilidad de la pérdida del criterio moral —del sistema wayúu— está en la aculturación que ha sufrido por parte de la cultura occidental. 

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“Nosotros tenemos la capacidad y la madurez para llevar es tipo de situaciones, porque así lo hemos venido manejando”. De esta manera termina Urbay Ipuana, haciendo un llamado al estado para que permita que los wayúu, dentro de su territorio autónomo, puedan ejercer su jurisdicción especial sin la inconveniente intervención estatal. 

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Fue entonces cuando Dorangel Ordiu entró haciendo alusión a una supuesta violación cometida a una turista inglesa en el cabo dela vela. EL palabrero pone sobre la mesa que las entidades internacionales comenzaron a hacer presión y que el gobierno también para hacer pagar a quienes se supone que cometieron el crimen. Pero, explica Ordiu, dentro del territorio wayúu, cada clan tiene un jefe clanil, que es el encargado de solucionar este hecho, no el estado. “Dentro de nuestro sistema TODOS los delitos se condenan, y si dentro de mi familia se comete un crimen, toda la familia debe permanecer guardada hasta que haya reparación, después de la reparación es que se otorga la libertad”. En este sentido, la única manera en la que la etnia hubiera aceptado la reclamación de la turista inglesa, hubiera sido si esta se hubiese acogido a la forma de la jurisdicción especial de este pueblo. “Nosotros estamos dispuestos a responder, siempre y cuando se lleve de acuerdo con nuestro sistema, es decir, estamos dispuestos a entregar los chivitos y los collares para resarcir el hecho, nada más”. De esta manera relata Ordiu que se negaron a entregar a los suyos para que el sistema de justicia ordinario los procesara. Lo que proponen es que el sistema ordinario se adapte al suyo para poder convenir en la reparación del mecionado hecho anómalo. 

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Andrónico Urbay relató entonces que, en lo referente a ese caso, la fiscal general de la nación le solicitó ayuda para llevar a juicio a los criminales. “Yo puedo ayudar hasta donde comprometa mi integridad física, porque si bien yo soy jefe dentro de mi clan, no lo soy dentro de los demás, y si yo acepto traer a la SIJIN y después hay un encarcelamiento, puede verse comprometida mi integridad física. Lo único que puedo hacer es persuadir a los muchachos para que se entrevisten con la fiscal general aquí dentro del territorio, nada más”. 

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Para ese efecto, Urbay intentó, en dos ocasiones, que se produjera la entrevista, pero sin obtener resultados. “De todas maneras, con todo respeto, la inglesa no era nada mío, y yo no puedo comprometer mi integridad física para ayudarla”. Así, queda manifiesto que, dentro de la tradición wayúu, se compromete un individuo siempre y cuando esté relacionado con el afectado, y que el territorio, dentro de su autonomía, no permite que la justicia ordinaria ejerza su labor, ni siquiera cuando los afectados son arijunas, es decir, no perteneces a la tradición wayúu.

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Sieguiendo con la reunión, Jair Robles Apsana se presentó como un comunicador social y periodista wayúu. Dentro de su intervención manifestó gran descontento por la forma en la que la justicia ordinaria impide que se desenvuelva “el hermoso sistema normativo wayúu, que es ejemplo en más de 200 países, y que fue del que se sirvieron Santos y Rodrigo Londoño para llevar a cabo la finalización del conflicto colombiano”. Apsana manifiesta que a los entes internacionales sorprende cómo, en un territorio, puedan prevalecer tres justicias: la venezolana, la colombiana y la wayúu. 

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Este palabrero instó para que se hiciera un llamado que representara eco en el gobierno, con la intención de que el sistema de justicia ordinaria parmita que el Pütchipü'ü, o palabrero, desempeñe su papel como ente de control social con la libertad que promete la autonomía que tiene la etnia sobre el territorio. “Nosotros somos tan creativos en la palabra, que estamos dispuestos a conciliar. No es que vayamos a pedir mil chivos, o si no hay muerto; eso no es cierto, nosotros somos elásticos y estamos dispuestos a conciliar”.

El último en intervenir fue Sergio Cohen Epiaye, esta fue la única intervención que, lastimosamente, no quedó grabada en video. La manifestación de Cohen consistió en hacer un llamado para que el gobierno se responsabilice de la pobreza en la que viven los wayúu, pobreza que atribuye, en gran medida, a los daños que la minería ha ocasionado al territorio. Tras esta última intervención, la reunión concluyó, dejando resueltas varias inquietudes que se tenían respecto al sistema normativo wayúu, y dejando manifiesta la necesidad de los palabreros de que el gobierno los escuche y les conceda respetar lo que, según ellos, más de 200 países y la UNESCO valoran como un sistema normativo ejemplar. 

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A modo de resumen. Lo que se paga en el sistema normativo wayúu son las lágrimas, la sangre y el sufrimiento. Este sistema busca la reparación por medio del resarcimiento de bienes, el cual se conviene a través de la palabra que se encarga de llevar el palabrero, quien no solo manifiesta las intenciones de las partes, sino que se encarga de persuadir para que haya una conciliación efectiva. De un crimen es responsable toda la familia y no sólo el individuo en cuestión, incluso, el clan completo es el responsable, y por ende, todos responden por el afectador ante quienes fueron afectados. La manera de responder es entregando los bienes más importantes para esta cultura, a saber: chivos y tejidos. Finalmente, este sistema deplora el encarcelamiento. 

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En este sentido, los palabreros manifiestan que el suyo es un sistema que no afecta los derechos humanos y que debe prevalecer dentro de su territorio autónomo ante la justicia ordinaria, por ser tradicional y ancestral. Esto sin importar que el delito se cometa o no contra un arijuna. La conciliación, en los términos que implica la tradición, es el único medio que aceptan los wayúus cuando de sistemas de justicia y de garantías se trata. 

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Investigadores y palabreros se despidieron, y el almuerzo fue servido en las mesas dispuestas dentro del restaurante de la ranchería. Langostas de enormes proporciones y pescados frescos fue lo que se nos ofreció. Entonces, surgió la pregunta de ¿cómo, teniendo esa gran riqueza, había wayúus que se morían de hambre? Hilduara, la representante de la presidencia de la república ante el pueblo wayúu, respondió que eso pasaba, en realidad, en los anillos de miseria que se desarrollan dentro de las grandes ciudades guajiras y no en los territorios en los que se mantiene netamente la vida tradicional, además que algo de esto podría relacionarse con el hecho de que los hijos son sola y únicamente responsabilidad de la madre. También nos preguntamos por el agua, que cómo era posible que no hubieran construido un acueducto, sabiendo que tantas otras naciones ancestrales habían desarrollado mega proyectos para lograr proveerse de agua en territorios igual o aún más difíciles. 

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La respuesta dirigió la responsabilidad al gobierno estatal que, según los wayúus, solo se había ocupado de proveer un par de desalinizadoras que, como lo wayúus no sabían utilizar ni reparar, en ese momento se encontraban averiadas. Por último, se habló de la falta de inversión del gobierno en educación y en turismo ecológico, en la construcción de caminos, etc. Las discusiones llevadas a cabo durante el encuentro manifiestan el llamado, del pueblo wayúu, a un gobierno paternalista; al mismo tiempo que lo instan para que respete la autonomía de su territorio y les permita mantener y ejercer plenamente, sin salvamentos, su jurisdicción autónoma. 

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La caravana de camionetas emprendió su camino, hacia las tres de la tarde, para regresar a Riohacha. En el transcurso del mismo se veían cómo madres e hijos se sentaban bajo las enramadas (techumbres cuadradas armadas con palos y maderas para protegerse del sol), recostados en chinchorros tejiendo mochilas y a esperando a que las gentes del camino paren a comprar gasolina venezolana o una que otra artesanía. De estas características encontramos, al menos, 50 enramadas ocupadas por 5 o seis miembros de familia que se dedicaban a la misma labor. 

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Los conocimientos adquiridos sobre la nación wayúum, en este viaje de investigación, cambiaron —en muchos sentidos— la percepción que, en el interior, se nos había formado al respecto. Es claro que, ante cualquier cosa, lo que buscan los wayúus es que prevalezca su forma tradicional de vida dentro de su territorio autónomo y buscando el favor para sus gentes en particular. Los investigadores regresan del cabo, habiendo descubierto la existencia de una nación oculta y de todo un sistema sociojurídico que se tenía guardado la guajira y que tiene mucho para enseñarnos.

 

Vanessa Franco Ramírez

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